Ya en el bosque, Ángel transformado en Elfo vagaba sin dirección. El vacío que sentía era enorme y debía esperar nuevamente otra oportunidad para estar con Ninfa, además tenía que estar atento al lugar donde se aparecía ella. Se sentó en un tronco hueco y soltó el llanto. Era un llanto reparador, que lo saneaba. Era el momento de la descarga, de poder sentirse vivo.
Aunque Ángel transformado en Elfo podía convivir con los demás seres etéreos, siempre sentía soledad, siempre sentía que no encajaba, excepto con Ninfa. Esos momentos al estar junto a ella, se sintió cerca de alguien y le vino a la mente sus ojos color miel, que lo perforaban y que lo iluminaban, era una sensación extraña, nunca la había experimentado, era la primera vez que se sentía transparente ante alguien. Y entre más transparente se sentía cuando recordaba la mirada de Ninfa, más sentía que el llanto lo curaba, era un solo consuelo de que en ese momento no estaba presente ella, de que solo la podía ver en sus sueños.
Por otro lado Ninfa sentada en una rama de su manzano contemplaba la luna, ese objeto radiante que la hacía soñar. Ella imaginaba que la luna era una gran masa hecha de todas las aspiraciones de los seres etéreos, y que en la medida que alguien pedía algún deseo la luna crecía y se llenaba de luz, y cuando empezaba a decrecer significaba que la luna se vaciaba porque se cumplían los deseos.
Ninfa nunca le había pedido nada y esa noche pidió un deseo, un deseo que de entrada se le hizo muy extraño, porque además de ser la primera vez que pedía algo no entendía por qué pedía eso... su deseo fue sencillo, volver a encontrar a ese Elfo que por instantes le irradió algo diferente. Le extrañaba el deseo, ya que inclusive no era capaz de recordar el nombre de él.
No pasaría mucho tiempo cuando desde el fondo de su mente escuchó a la voz del mentiroso que le decía que olvidara pedir deseos a la luna, que nunca jamás volvería a ver a ese Elfo, que lo que sintió no era más que un gran temor, y que seguramente lo había imaginado.
Así es, escuchó la voz de la mentira, la voz que por mucho tiempo había hecho caso, y que ahora no perdía la oportunidad de decirle que no era nadie y que no aspirara a más, mucho menos a encontrarse con ese Elfo. Y esa mirada de esperanza y de fe que poseía cuando observaba a la luna, se fue transformando en una mirada de tristeza y desesperación.
Ángel transformado en Elfo también veía la luna y lo que él escuchaba era que mantuviera la fe, que siguiera adelante y que por ningún motivo se dejara derrotar por nadie ni nada, incluso si llegara a escuchar la voz del mentiroso. A pesar de que Ángel transformado en Elfo poseía dones especiales, no significaba que no tuviera enfrentamientos con la voz del mentiroso, y esa voz contra él atacaba más fuerte, sin piedad, pero él podía resistir debido a su naturaleza.
Ninfa permanecía sentada ahora sin ver a la luna, aunque el deseo... ya se había pedido... (Continuará)
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